Demasiados días hace desde mi última publicación en el blog con fundamento. Este período pre-navideño a todos nos tiene un poco descolocados, sea por las razones que sea. Los hay, los más, que se preocupan por encontrar un detalle único que demuestre el afecto por las personas que quieren. Los menos, sienten que estas fechas son una pérdida de tiempo, dinero y, los que es peor, dignidad.
Parecerá parte de la filosofía ebria que inunda el ser renacido después de una noche de rones y canutillos, algo así como la tópica típica "no volveré a beber nunca más de esta manera"; pero es la simple deducción de alguien en fase de reconstrucción interna, de modos y maneras. Espero, entiendan la ausencia cibernética del pan nuestro, este breve paréntesis después del resurgimiento de un día cualquiera en la monotonía bitacorera. Las razones, las explicadas en las líneas superiores:
Quiero resurgir de mis cenizas.
Ayer me sentí verdaderamente jodido y ausente. Quedé con un amigo interesante, de estos a los que escuchas y no puedes decir sino: "¡Ñó! Es verdad, nunca lo había mirado así". De estos a los que miras porque te quitó todas las palabras que tenías preparadas para realizar un discurso con cierta profundidad. Me sentí jodido porque estaba ausente, porque estaba escuchando y replanteándome mi conducta autista, pero necesitaba darme cuenta de que el fin puede verse como un nuevo comienzo.
¿A qué viene todo esto?
Cuando una relación, de cualquier tipo, se termina (aunque me gustaría subrayar una relación con cierto grado de metacognición de existencia: vamos, tener pareja) y sobre todo, si la terminas tú, es necesario la reestructuración de tu vida, perder la costumbre del tener a alguien al lado y que te acompañe en el camino.
Hasta ayer pensé que estaba molesto con La Navidad, con La Laguna, con la metrópoli que nos explota, con esta Babilonia que me impide sentirme en Zión, con el capitalismo, el egoísmo social existente, la realidad agresiva, los horarios o la pérdida de mi ritmo biodinámico, pero no es así. Estoy molesto conmigo mismo por no haberme dado cuenta de que ya corté con quien pensaba que formaría una naranja completa.
Sí, ayer se consumieron todos los rescoldos y viste sólo mis cenizas.
Hoy me siento nuevo.
Creo que el vibrar de la campana tibetana me llegó dentro.