El amor del maestro, ¿es lo mejor que existe?
No estoy diplomado en este arte de las letras, pero verdad es que vivimos en un país de diplomados, en el que, para desempeñar una profesión tan sólo necesitas tener un estúpido papel que diga que estás (in)capacitado para ello. Estoy totalmente en contra, y no sólo porque gastar papel en semejante estupidez sean un derroche que no nos podemos permitir a estas alturas, sino porque en realidad se otorgan derechos a gente que, sin tener ninguna aptitud o actitud profesional, es capaz de trabajar toda una vida como algo que detesta.
En realidad, mi mosqueo viene por la desgana con la que vienen los maestros a dar clase. Sé que son palabras de uno que ya tiene el papel ese asqueroso, y de alguien recién llegado a la monotonía docente; pero soy incapaz de decir que no me gusta dar clase, que no me gustó mi carrera o que estudié magisterio musical porque quería ser músico pero era manco en este arte.
Creo que es innecesario decir que, en todos los colegios, siempre existe alguien (o álguienes*) con esta capacidad desarrollada por las ansias de ganar dinero sea como sea. Existen (o existimos) ejemplares que son capaces de vender su alma por una plaza, y desarrollar una labor de malagana de por vida. Este problema real genera dos conflictos terribles para un gran número de personas.
La primera, el propio implicado, el propio degustador del cash que güele a manos sucias, de quien trabaja con lo que considera mierda. Ese vendedor de su alma acabará sus días estando amargado por trabajar en algo que no le va, que no le pone, o que no considera lo suficientemente importante.
Los segundos, que ya son bastantes más, los alumnos de este incoherente que ha decidido enseñar con fórmulas las experiencias que nos da la vida, que ha decidido generalizar la escepción o que ha hecho artesanía cuando otros necesitaban originalidad.
Y yo me pregunto, ¿valdrá la pena?
5 comentarios
Zafferano -
Con mucho cariño,un beso grande.
Majek n' Tedote -
En cuanto a lo que dije (y no digo Diego):
Vivimos en un país en el que los papeles (que otorgan derechos a diplomados y licenciados, y otros especímenes) tienen un gran valor profesional. Impiden a grandes potenciales ejercer su verdadera profesión y a ciertos personajes establecer su superioridad académica.
Eso es lo que me quema.
El resto del saco, que son (somos) muchos, disfrutan cada día con su trabajo. El contexto (esa palabreja tan utilizada en mis tochos de apuntes abandonados en junio) permite a un maestro llegar cabreado a clase, molesto porque llueve o porque la noche anterior durmió penosamente. A eso, aquí, no hago referencia.
Aguatacuperche -
Majek n' Tedote -
Mis reflexiones son autocríticas para la autoconstrucción.
No personifico y no quiero generalizar. Son simples palabras de un 'maestro' que se enfada por palabras como "yo estudié magisterio para ser inspector de policía".
Ese cuento lo haré en otro post. También estoy cansado.
Un radical beso
Zafferano -
Un beso muy muy grande