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un día cualquiera

Hoy me di cuenta

Hoy me di cuenta Mi actitud no es propia de mi edad, no ya de los eternos dieciocho años que cumplo siempre, tampoco la edad cronológica que se inició con mi inscripción en el registro civil, sino de la edad experiencial, ese resultado del sumatorio de hechos que he vivido, o de alguien que me ha hecho interiorizar los suyos como si propios hubieren sido. Esa edad que yo, o mi propio ego, enzalzo cada vez que tengo oportunidad, aunque cada vez menos, ya que comprendo lo innecesario que es el hablar y el no escuchar.
Mi vida no ha sido ni fácil, ni difícil; no he creado largos caminos en la inexpuganble selva cultural que me rodea, pero tampoco me he quedado inmóvil, ni me he quedado caduco observando la rapidez con que gira el mundo. Por eso, mi edad madurativa se ha producido en lo rural, lo que me convierte (como ya dije cienes y cienes de veces) en un rústico en la urbe metropolizada de La Laguna. Cada día me asombro más al ver la agodización que aquí existe, y en la incapacidad que tiene la peña para quitarse la venda bicolor de los ojos (la de la boca ya se quitará más adelante) o para safarse de los tentáculos de la Babilonia.
He aquí el problema, mi actitud crítico-destructiva es inaguantable.
Soy maestro (amor magister óptimus est) y mi tarea es construir una sociedad crítica con la situación actual de agodización inminente. Y, cómo no, mi labor es huir de mi propio pensamiento y de mis ideas.
Hoy, me siento ganador de la batalla del "darse cuenta".
Ya mañana empezaré a cambiar el mundo. Hoy, es demasiado pronto.

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