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un día cualquiera

Anoche llovió

Anoche llovió
y hasta los astros se quedaron empapados,
dejando sus órbitas
un rastro de plata de caracol.

Una guagua irrumpió el sueño de un charco,
pasando tímida por encima,
destruyendo el retrato del firmamento
que se había empezado a dibujar
con las primeras gotas.

El diluvio continuó por horas con su algarabía,
con su locura purificadora,
formando, a escandalosas horas imprudentes,
una orquesta de platillos y triángulos
para dar las mañanitas
a algún indigente de sueño.
Y allí estaba yo,
padeciéndome del suicidio de las gotas
y de su indecencia horaria.

Anoche llovió
y la mañana se levantó relativamente seca.
No había ningún lago en la plaza,
ni los escalones de mi portal
se habían convertido en un acantilado.

Pero la huella del desbordamiento nocturno
estaba latente.
Olía la casa a tierra mojada.

Una gotera en el baño
había creado su propia aventura
independiente de esta historia.

Ahí ya no me meto yo,
que después la húmeda precipitación se enfada
y aparece donde no debe.

No quiero amanecer un día
mojado por el orín de la lluvia.

Aguere, Achineche - Isekenen n' Takanaren (19/9/2958-2008)

 

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