Historia con dos cojones
La televisión no es un entretenimiento que me haga perder la cabeza. Por mi ahí se puede quedar apagada que no va a ser menor mi ánimo por verla. De vez en cuando, si el petí comité en el que vivo está reunido en torno a sus dominios, la tele se enciende y la conversación se vuelve silenciosa, no me queda otra que desviar mi mirada a esa caja que ya le han puesto los más variopintos calificativos, no por su utilidad, sino por su mal uso. No tengo nada contra la tiví, tampoco tengo un horario tan congestionado que me dificulte su utilización, ni me sumé a la lucha en pro al destierro de este cachivache a los ya llenos vertederos o, en su caso, al centro de recogida de residuos más próximo. Tan sólo prefiero otras cosas antes que sentarme ante un mecanismo eléctrico que me convierte en un ser pasivo condenado a mendigar una programación decente.
Pero siempre llega el día de vacaciones en el que, después de haber desahogado las pasiones de la carne en un juego de dos mañanero, no tienes otra cosa que hacer que encender la caja mágica absorve retinas y tomarte el café mientras. Saboreas el primer sorbo del elixir cafeínico divino que transforma a uno en un ser dinámico, coges el mando, pulsas el botón ON y dejas el mismo canal que la noche anterior alguien vió. Los minutos siguientes son la adaptación del ser al medio, buscando el sentido a la comunicación monodireccional con la que este ser te absorve. No entiendes nada y tu mente está más pendiente del regusto que te deja el desayuno que de descifrar el mensaje que está llegando a tus oídos. Pasado el período de pruebas tu cerebro ya capta los impulsos eléctricos provenientes de tus oídos y los relaciona de tal manera que se transforman en la doble articulación que la palabra hablada necesita para ser. Ya no hay remedio, los ojos fijos en la consecución de los fotogramas, con el alma receptiva a su radiación y con el café templándose en la mesa. El desayuno ya pasa a un segundo plano y el manantial de información al foco principal.
Hoy fue una de esas mañanas tontas. Oh, casualidades de la vida o por los juegos de Asieta, El Día televisión fue el canal con el que me quedé abobado. Había visto algún que otro programita por la emisión digital que tienen colgada en su página, pero jamás vi cosa igual en la caja física y material que tenemos en el salón. Resulta, que por ahí venía el cuento, que tienen un programa de misceláneas al modo de Ana Rosa Quintana, pero con una tal Gari o algo así que va dando paso, poco a poco y de uno en uno para no enyugar, a una manada de cachanchanes que no saben otra cosa que buscar en Google o en la Wikipedia sus oceánicas lagunas de conocimiento y dar por válidas y únicas las verdades que aparecen como primer resultado. A veces, la cosa puede salir bien, porque ¡Oh Google todo poderoso! tiene ajustados sus tornillos, pero otras, que son muchas más de las que quisiéramos, sus resultados son de lo más inesperados. Así, pues, uno busca "ancas de rana" con la ayuda del sabedor de sabedores, y le puede salir cualquier barbaridad bárbara como un tigre relamiéndose o un cacho de tocino confundido. Eso, cuando uno pretende ganarse la vida gracias a la presentación de la información al público, es una putada. Sobre todo por lo absurdo y cómico a la par, que puede ser la explicación de la preparación de unas ancas de rana al horno mientras aparece en la televisión un cacho de grasa de cochino o un tierno felino. O, como le pasó al muchachito rubio de El Día televisión, que por la resaca de asistir a la Eólica, además de confundir la fecha del primer cohete chino mostró la foto del mismo. Vamos, que ni corto, ni perezoso, se pasó por el forro unos 6 siglos de golpe.
Por la curiosidad de este error, me fui al buscador de buscadores y metí impaciente "primer cohete" en la búsqueda de imágenes. En efecto, ahí estaba la solución. De todas las fotos que aparecían en la página, la que tenía pinta de ser más antigua es la que les muestro. Foto en blanco y negro, un par de yerritos formando un armatoste rarísimo, un caballero sujetando la invención vestido rarísimo... ¡eso tiene que ser el primer cohete chino que después de intensivas investigaciones, los chinos consigueron adaptara para su uso como artillería en las guerras sucedidas desde el siglo X hasta el XII!’ cuando la máquina de retratar ya estaba en su óptimo funcionamiento.
¡Vamos! ¿Quién no ha visto las famosas fotografías eróticas de Isabel la Católica para los almanaques de los marineros de entonces?
¿O qué historiador no ha observado con detenimiento las instantáneas que sacaron los cronistas a nuestros ancestros en plena lucha contra el castellano invasor?
’Fuentes Google y la Wikipedia (y no es pitorreo).
1 comentario
Mapoto -
Saludos.