Pensar, ¿eso qué es?
Resulta que un día me desperté tan desorientado como de costumbre, pero tal fue la sonadera que fui incapaz de levantarme de la cama. Allí me quedé, acurrucado con mi almohada contándole mis secretos y escuchando sus sabios consejos adquiridos durante años de soportar mis coñadas y mis cabezonerías.
Quién mejor que ella es capaz de intuir de qué dirección vendrá mañana el viento que me hará cambiar de dirección. Quién mejor que ella.
Como iba diciendo, cerré de nuevo los ojos, inspiré el viciado aire de mi habitacaión, me giré para cambiar de postura y me quedé en un estado de plácida catársis, de consentida somnolencia. En aquel instante, quién me iba a decir a mi, necio de necios; que yo iba a ser el elegido por los astros para traer al mundo, no paz y felicidad, puesto que para esa labor ya eligieron varias veces a algún personaje y les salió el tiro por la culata, sino para traer la capacidad de no pensar.
Para explicarlo en otras palabras, tumbado en la cama, en esa milésima de segundo en el que el sueño te entra y te zumba tal castañazo que te deja a las puertas de la inconsciencia, me di cuenta de que soy incapaz de pensar.
Por eso, hermano, te invito a que no pienses.
Vive por inercia.
Te aseguro que así nada te quitará el sueño.
A mi me va estupendamente y no pienso.
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