Un par de patadas
Dentro del disparate social en el que nos encontramos, el egoísmo es lo que más nos caracteriza. Es irónico que como comunidad lo que nos motive a la interrelación, es el propio interés personal de cada uno para alcanzar lo que se requiere quiere, y punto.
Hoy, los niños de infantil se pasearon por el colegio con pancartas, pitos y tambores, felicitándonos el día a los docentes y discentes. En Primaria, los del piso de arriba nos asomamos a los balcones mientras los del de abajo, rodeaban el patio convirtiéndo la estampa en algo parecido a uno de esos retratos típicos, en blanco y negro, de un muelle a la llegada o partida de un buque repleto de inmigrantes que iban, o venían, de su 'exilio' por necesidad.
Hasta ahí todo bien. Todo empezó llegaron niños, y niños, y más niños... y el espacio no daba. Sé que tenemos nuestro espacio vital, pero hay veces en que, por necesidad (o por cualquier otra circunstancia con mayor atractivo) se reduce. Ya nos lo decía aquel anuncio de un coche. El espacio es necesario, pero también hay que compartirlo. Sé que jode, pero es lo que hay. Vivimos en sociedad y, aunque nuestro chip competitivo nos lleve a querer más que los otros, tenemos que demostrarlo. Debemos ser compañeros unos de otros y, en ocasiones como esta, reducir un poco nuestro 'circulito' para que otros también puedan tener un fisco.
Los niños, han aprendido muy bien la lección capitalista. Mi espacio es mío y de nadie más y, como se te ocurra invadir parte de mi espacio, ¡patadón al canto! Así se pasaron los 15 minutitos de desfile. Patada por aquí, patada por allá. Empujón por aquí, cachetada por el otro lado. ¡Y somos nosotros los que los enseñamos!
Al final, los metí a todos en clase (con ganas de ponerme a dar patadas a todo quisqui) y los puse a sumar y restar, no sin antes habiéndoles repasado las normas de convivencia. Seguramente, esta tarde vuelvan a lo mismo. Pero yo seguiré ahí, dándole que te pego a sus actitudes egoístas (que no egocéntricas). Están en una fase de expansión personal y, creo que por eso, debemos inculcarles los valores sociales y, a la vez, respetalos nosotros.
Queramos o no, este rinconcito del mundo que ocupamos, no es nuestro y, Alabado sea Dios, aquí nos pusieron para aprender que todos somos UNO.
Hoy, los niños de infantil se pasearon por el colegio con pancartas, pitos y tambores, felicitándonos el día a los docentes y discentes. En Primaria, los del piso de arriba nos asomamos a los balcones mientras los del de abajo, rodeaban el patio convirtiéndo la estampa en algo parecido a uno de esos retratos típicos, en blanco y negro, de un muelle a la llegada o partida de un buque repleto de inmigrantes que iban, o venían, de su 'exilio' por necesidad.
Hasta ahí todo bien. Todo empezó llegaron niños, y niños, y más niños... y el espacio no daba. Sé que tenemos nuestro espacio vital, pero hay veces en que, por necesidad (o por cualquier otra circunstancia con mayor atractivo) se reduce. Ya nos lo decía aquel anuncio de un coche. El espacio es necesario, pero también hay que compartirlo. Sé que jode, pero es lo que hay. Vivimos en sociedad y, aunque nuestro chip competitivo nos lleve a querer más que los otros, tenemos que demostrarlo. Debemos ser compañeros unos de otros y, en ocasiones como esta, reducir un poco nuestro 'circulito' para que otros también puedan tener un fisco.
Los niños, han aprendido muy bien la lección capitalista. Mi espacio es mío y de nadie más y, como se te ocurra invadir parte de mi espacio, ¡patadón al canto! Así se pasaron los 15 minutitos de desfile. Patada por aquí, patada por allá. Empujón por aquí, cachetada por el otro lado. ¡Y somos nosotros los que los enseñamos!
Al final, los metí a todos en clase (con ganas de ponerme a dar patadas a todo quisqui) y los puse a sumar y restar, no sin antes habiéndoles repasado las normas de convivencia. Seguramente, esta tarde vuelvan a lo mismo. Pero yo seguiré ahí, dándole que te pego a sus actitudes egoístas (que no egocéntricas). Están en una fase de expansión personal y, creo que por eso, debemos inculcarles los valores sociales y, a la vez, respetalos nosotros.
Queramos o no, este rinconcito del mundo que ocupamos, no es nuestro y, Alabado sea Dios, aquí nos pusieron para aprender que todos somos UNO.
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