PRÓLOGO: El Conde Lucanor
En los tiempos de don Jaime I de Aragón hubo en Perpignan un caballero, músico y poeta de grande ingenio, quien, entre las numerosas canciones que componía, acerto a escribir una, tan por extremo linda, que todos los veciones de la ciudad no querían cantar ni oír más trova que la suya.
[...] Pero cierta vez, cuando más henchido estaba de la satisfacción de su buena fama, al pasar por una callejuela oyó cómo un torpe cantor canturriaba su canción afeando la letra y estropeando la música.
[...] La ira cegó al caballero.
- Tu me estropeas mi obra -se dijo-, pues yo destrozaré la tuya-. Y sacando su espada, acometió a los orondos vientres de los pellejos, y en un par de cuchilladas dejólos convertidos en inservible pingajos. Hecho lo cual, desahogado su enojo, hincó la espuela y se marchó trotando calle adelante.
[...] - Reportaos, hermano odrero, que si bien lo consideráis, nada me debéis ni nada os debo. Lo que vos con mi canción, eso hice yo con vuestros odres.
Pero el botero no se daba a pulidas razones y juraba por la fe de sus abuelos que el caballero le había de pagar sus cueros ochavo sobre ochavo.
Acertó a pasar el Rey, en medio de los caballeros de su corte, y quiso conocer la causa de tan grande alboroto.
[...] - Pues cantadla, por vida vuestra - ordenó el Rey.
[...] Y el Rey, muy regocijado, tras amonestar al poeta para que otra vez fuera más paciente y prohibir al de los pellejos que volviera a abrir la boca para entonar trova alguna, bajo pena de destierro, pagó de su hacienda particular el daño de los cueros.
[...] Y pues el Prólogo es acabado, de aquí adelante comienza la materia del libro de los ejemplos que el sabio consejero Patronio contaba a su señor, el Conde Lucanor, para adoctrinarle en los peligros del mundo.
0 comentarios