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un día cualquiera

Metrópoli Republicana

Y, siempre igual

En esta vida hay cosas que nunca cambian. Las personas, las situaciones, los lugares... en fin. Que después de pasado mucho tiempo sin ver a alguien te das cuenta, afortunadamente, que no ha cambiado. Me alegro de que todo siga en su sitio después de tanto tiempo sin vernos.

Gracias

La hora se aproxima

La hora se aproxima Cada día me doy cuenta de la proximidad de mi marcha. El miércoles me voy de Gran Canaria y, probablemente tarde mucho en volver. Todos los amigos que he hecho este año se quedarán aquí, siguiendo su vida y yo, en Ceuta haciendo lo mismo, siguiendo con mi vida. Ya no me queda realmente nada por aquí, mañana se puede decir que es mi último día. Estoy impaciente por irme a Ceuta, pero me pongo nervioso nada más pensarlo. Cuando se unen las palabras despedida y amigo en mi estómago se forma una especie de mezcla explosiva. En mi garganta se hace un pequeño nudo que no me permite comer nada y, en la barriga gira todo como si se tratara de una centrifugadora. Eso es lo que siento ahora, siento que me despido, aunque no por mucho tiempo, o eso espero, y que se cumplan esas palabras que se dicen siempre: "Yo vuelvo pronto, en el cumpleaños de Fulanito estoy aquí o para tal fiesta seguro que vengo".

Carla es maravillosa y espectacular (o eso se cree ella)

Carla es maravillosa y espectacular (o eso se cree ella) Un día, así como así, me di cuenta de que la conocía. El tiempo había dejado que una "pequeña semilla de la amistad" empezara a germinar en una maceta de estiercol.

Bueno, ahora me dejo de cursilerías y digo lo que es:
una plasta: porque quiere que se la esté sujetando todo el rato (la pulsera)
una cochina: porque utiliza zepelines
una despelusada: porque no se peina

pero también es:
maravillosa: simplemente porque ella lo dice
amable: porque me soporta
noble: porque no me ha matado todavía

divertimentos

divertimentos Se abrió la puerta y pudimos entre ver como una bella mujer gitana bailaba al compás de una música misteriosa. El fuego de la chimenea sólo nos permitía ver su silueta. Todos nos quedamos como hipnotizados mirando su encantador baile. Poco a poco entré en la habitación y comencé a distinguir en su cara el brillo de sus ojos grandes y negros.
En ese momento descubrí que no estaba sólo en la habitación. Un grupo de diferentes tipos de personas estaban sentados formando un círculo perfecto del que la gitana, que no tendría más de 17 años, era su centro. Todos, absolutamente todos, mirábamos casi sin parpadear, para no perder ni un instante de tanta belleza. La música poco a poco dejó de sonar y ella poco a poco dejó de bailar. Realmente no deseaba que siguiese ya que me estaba dando miedo su baile. Era demasiado mágico, seguro que tenía que escoder algo...